3 JUEVES.
SANTO TOMAS APOSTOL
¡Señor mío y Dios mío!
San Gregorio Magno, papa
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no
estaba con ellos cuando vino Jesús. Sólo este discípulo estaba ausente y, al
volver y escuchar lo que había sucedido, no quiso creer lo que le contaban.
¿Creés acaso que sucedieron porque sí todas
estas cosas: que aquel discípulo elegido estuviera primero ausente, que luego al
venir oyese, que al oír dudase, que al dudar palpase, que al palpar creyese?
Todo esto no sucedió porque sí, sino por
disposición divina. La bondad de Dios actuó en este caso de un modo admirable,
ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su
maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para
nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que,
al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de
toda duda, es confirmada en la fe.
25 VIERNES
SANTIAGO, apóstol
Partícipes de la pasión de Cristo
San Juan Crisóstomo, obispo
Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Ordena que se
siente uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor?
Para hacerles ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si
hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice:
No saben lo que piden, es decir: «No saben cuán grande, cuán admirable, cuán
superior a los mismos coros celestiales es esto que piden». Luego añade: ¿Son
capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizarse con el bautismo
con que yo me voy a bautizar? Es como si les dijera: «Ustedes me hablan de
honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo
de premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente
es tiempo de muertes, de guerra y de peligros».
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del
Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Pueden soportar
la muerte? ¿Son capaces de derramar su sangre?», sino que sus palabras son: ¿Son
capaces de beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo he de beber;
de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber
el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa.
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