31.7.14

POESIA Y LITURGIA



1° VIERNES
SAN ALFONSO MA. DE LIGUORI
(1696 - 1787)

Doctor de la Iglesia
San Juan Pablo II

La fama de Alfonso, muy notable en vida, creció de modo extraordinario después de su muerte, permaneciendo inalterada en estos dos siglos. He aquí el motivo por el que, después de su canonización, decretada por mi predecesor el Papa Gregorio XVI el 26 de mayo de 1839, comenzaron a llegar a la Santa Sede cartas pidiendo que le fuese conferido al Santo el título de Doctor de la Iglesia. Dicho título se lo confirió el Papa Pío IX el 23 de marzo de 1871. Y el mismo Papa, el 7 de julio de 1871, en la Carta Apostólica Qui Ecclesiae suae, comentando el título de Doctor de la Iglesia dado al Santo, escribía: Realmente se puede afirmar con toda verdad que no ha habido ningún error, aun en nuestro tiempo, que Alfonso, al menos en gran parte no haya refutado.
Los Papas sucesivos han reconocido siempre esta fama, la han recordado y la han divulgado hasta nuestros días.





15 VIERNES
LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

María, desprendida de lo terreno
San Alfonso Ma. de Liguori

La Virgen María vivió desprendida de los honores, humilde y escondida, aunque era la Reina por ser Madre del Rey de Israel.
“Apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida de sol y la luna bajo sus pies” (Ap 12, 1). Por luna entienden los comentaristas los bienes de esta tierra, que son caducos como mengua la luna. Todos esos bienes nunca ocuparon el corazón de María, sino que siempre los menospreció y los tuvo bajo sus pies.
“¿Quién es ésta que sube por el desierto?” (Ct 3, 6). “Subiste por el desierto porque tenías el alma siempre recogida”. María, siempre y del todo separada del apego a las cosas terrenas y unida del todo a Dios, pasó de esta tierra a la gloria, no con amargura, sino contenta y dichosa porque iba a unirse a Dios con lazo eterno en el paraíso.


1.7.14

JULIO: SANTO TOMAS Y SANTIAGO APOSTOLES



 3 JUEVES.
SANTO TOMAS APOSTOL

¡Señor mío y Dios mío!
San Gregorio Magno, papa

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Sólo este discípulo estaba ausente y, al volver y escuchar lo que había sucedido, no quiso creer lo que le contaban.
¿Creés acaso que sucedieron porque sí todas estas cosas: que aquel discípulo elegido estuviera primero ausente, que luego al venir oyese, que al oír dudase, que al dudar palpase, que al palpar creyese? 
Todo esto no sucedió porque sí, sino por disposición divina. La bondad de Dios actuó en este caso de un modo admirable, ya que aquel discípulo que había dudado, al palpar las heridas del cuerpo de su maestro, curó las heridas de nuestra incredulidad. Más provechosa fue para nuestra fe la incredulidad de Tomás que la fe de los otros discípulos, ya que, al ser él inducido a creer por el hecho de haber palpado, nuestra mente, libre de toda duda, es confirmada en la fe.



25 VIERNES
SANTIAGO, apóstol

Partícipes de la pasión de Cristo
San Juan Crisóstomo, obispo

Los hijos de Zebedeo apremian a Cristo, diciéndole: Ordena que se siente uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. ¿Qué les responde el Señor? Para hacerles ver que lo que piden no tiene nada de espiritual y que, si hubieran sabido lo que pedían, nunca se hubieran atrevido a hacerlo, les dice: No saben lo que piden, es decir: «No saben cuán grande, cuán admirable, cuán superior a los mismos coros celestiales es esto que piden». Luego añade: ¿Son capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar? Es como si les dijera: «Ustedes me hablan de honores y de coronas, pero yo os hablo de luchas y fatigas. Éste no es tiempo de premios, ni es ahora cuando se ha de manifestar mi gloria; la vida presente es tiempo de muertes, de guerra y de peligros».
Pero fijémonos cómo la manera de interrogar del Señor equivale a una exhortación y a un aliciente. No dice: «¿Pueden soportar la muerte? ¿Son capaces de derramar su sangre?», sino que sus palabras son: ¿Son capaces de beber el cáliz? Y, para animarlos a ello, añade: Que yo he de beber; de este modo, la consideración de que se trata del mismo cáliz que ha de beber el Señor había de estimularlos a una respuesta más generosa.