RESURRECCION
Cristo está en la cruz agonizando.
Su cuerpo está molido, desangrado.
Y sin embargo grita con gran voz:
Todo está ya cumplido, Padre mío,
en tus manos encomiendo mi espíritu.
La tarea que el Padre le ha confiado,
la Redención del mundo pecador.
Glorifica a tu Hijo, Padre santo,
con la gloria que tuvo en el principio.
Tres días breves duerme bajo tierra
y el sábado en la noche resucita.
Esta resurrección ya es para siempre;
la muerte ya no tiene en él dominio.
Su glorificación es esplendente.
Los soldados de guardia lo advirtieron,
su resplandor iluminó la tierra,
iluminó los mares y el abismo,
iluminó los cielos infinitos.
El Padre lo sentó sobre su trono,
como Señor y Rey de cuanto existe.
Un día lo veremos cuando Dios
juzgue al final del tiempo todo el mundo.
Estarán a sus pies sus enemigos,
el demonio, la muerte y el pecado,
y los que no quisieron creer en él.
El los presentará ante su Padre
y se los ofrecerá junto con todo.
Todo será de Cristo y él de Dios.
Allí estaremos todos en el juicio,
unos para ignominia sempiterna,
otros para la gloria merecida.
Como miembros de Cristo glorioso,
si hemos participado en sus dolores
tendremos parte en su resurrección,
y en el gozo infinito de su gloria.
VIVIR CON ALEGRIA
P. Enrique García Santamaría
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