NOVIEMBRE: Santos y Finados
Se corrió la cortina de los cielos,
santos y santos, número infinito,
igual que las estrellas en la noche,
tantas que no se pueden contar.
Pero no eran luciérnagas lejanas,
eran soles inmensos deslumbrantes.
Queriéndolas contar, quedé dormido,
ofuscado por tantos resplandores.
¿Dónde estaban los jefes poderosos?
Todos habían sido gente humilde.
Un mundo del revés donde los pobres,
los pisoteados, los sufridos
eran ahora los reyes, los primeros.
Niños que no nacieron, masacrados
eran astros brillantes, distinguidos,
todos los pobres, hambrientos y desnudos
eran soles radiantes, con sus nombres.
Era la tierra nueva, el cielo nuevo
donde al fin gobernaba la justicia.
Todo maravilloso, tan extraño
que sólo viéndolo se podía creer.
El cielo, ¿Quién lo puede describir?
No existen las palabras que lo expresen.
Y allá, en un rinconcito muy callado,
dormían los millones de finados.
P. Enrique García Santamaría
cssrenriquegs@gmail.com
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