31.3.11

Amar la cruz es amarse a sí mismo

EL CAMINO DEL CALVARIO

El que quiera venir en pos de mí
que cargue con su cruz y que me siga.

Cristo cargó su cruz y la abrazó
y la llevó hasta morir en ella.
“Mi cruz es suave y mi carga ligera”.
¿Quién cree estas palabras de Jesús?
Nadie quiere la cruz, nadie la besa.

Cuando nos cae encima nos aplasta
y quisiéramos tirarla cuanto antes.
Pero la cruz es parte de la vida,
es inherente a nuestra condición.
Nacemos entre lágrimas y llanto,
vivimos con la queja en nuestra boca,
morimos con dolor y enfermedad.

El hombre más feliz y más alegre
se traga cada día algunas lágrimas.
Cristo vivió soñando con su cruz,
la cargó con amor y la abrazó;
murió en ella por voluntad del Padre;
con ella salvó al mundo del pecado
y nos la dio por prenda de su amor.

La llevamos colgada en nuestro pecho,
la adoramos con tierna devoción.
Nuestra cruz se parece a la de Cristo,
está configurada en nuestro ser.

Abramos nuestros brazos en el aire
y pensemos en Cristo Redentor.
Amar la cruz es amarse a sí mismo
y es cumplir la voluntad de Dios.
Sufrir por el amado es deleitoso,
morir por él es el mayor placer.

P. Enrique García Santamaría
cssrenriquegs@gmail.com